CÁNOVAS DEL CASTILLO

El malagueño Cánovas del Castillo fue un hombre con un ingenio especial al que se le atribuyen muchas anécdotas.

Jefe del partido Conservador, ocupó seis veces la presidencia del Gobierno, en alternancia con Sagasta, líder de la facción liberal.

Cánovas era temible por sus agudas ocurrencias.

"Los franceses -solía decir- no son más que unos españoles con dinero."

Poseía una perspicacia singular para detectar el mérito ajeno y hacerle justicia. El conde de Gamazo, que a la sazón orientaba los primeros pasos parlamentarios de su cuñado Antonio Maura, acostumbraba a decirle al patriarca conservador:

-Tengo un cuñado, don Antonio, a quien me gustaría que usted oyese...

Y un día, por fin, Cánovas oyó al "cuñado". Y lo hizo, por cierto, con tan extremada atención, que Gamazo, ufanísimo, no pudo menos de decirle a don Antonio:

-¿No le decía yo que tenía un cuñado...?

Don Antonio le atajó con la mirada y en seguida puntualizó:

-Perdón, amigo. Pero el que tiene un "cuñado" es Antonio Maura.

Fueron unas señoras a pedirle favores administrativos a D. Antonio Cánovas del Castillo, en un momento determinado de la conversación, una de ellas le dice:

"Don Antonio , debe usted estar harto de nosotras, que no hacemos más que pedirle cosas.

- Señora, respondió Cánovas, a mí las mujeres no me molestan por lo que me piden, sino por lo que me niegan".

Un día le contaron a Cánovas que había una persona que hablaba muy mal de él, a lo que Cánovas contestó: "Qué raro. Nunca le he hecho ningún favor"

Una señora le preguntó a Cánovas que qué se podría hacer para evitar la calumnia. El malagueño le contestó: "Hacer lo que dicen que hacemos."

CONSERVADORES Y LIBERALES

Son muchas las anécdotas que se pueden contar sobre los distintos jefecillos de ambos partidos dinásticos. Reseñaremos alguna.

Una de las más famosas se le atribuye a Canalejas -el sucesor de Cánovas-, aunque después se la han atribuido a muchos otros, incluido Cela en tiempos recientes y con otro verbo en la aclaración:

Se cuenta que durante un discurso soporífero de un diputado, Canalejas se durmió en el Parlamento. Entonces se le acercó un conserje y le dijo: "Su señoría está dormido" a lo que despertándose Canalejas le replicó: "No estoy dormido, estoy durmiendo, que no es lo mismo estar bebido que estar bebiendo" Si aplicáis esta regla del gerundio pueden salir frases muy bonitas, como la de Cela.

El conde Romanones del partido liberal llegó a ser primer ministro. Una vez los conservadores hicieron una interpelación para provocar la caída de los liberales y de Romanones. El diputado encargado de la interpelación destacaba por su baja estatura. Cuando terminó cogió la palabra Romanones y dijo: "Perdone, señoría. Tengo que recordarle el Reglamento. Póngase en pie su señoría para dirigirse a la Cámara". El cachondeo que se formó en la cámara fue tal que el presidente pasó rápidamente a otro punto y así se salvaron los liberales.

Lo que le ocurrió al político gaditano Félix Azzati refleja muy bien, según cuenta Carandell, lo que eran las elecciones en la Restauración. Buscando votos por Valencia fue a ver a un labrador que le debía muchos favores, estuvo charlando un rato con él y le ofreció un cigarro. Cuando el hielo estaba ya roto le pidió el voto como en anteriores elecciones, a lo que el labrador le dijo que contara con él. Cuando se iba el gaditano el labrador le preguntó que qué día tenía que ir a votar, al decirle que era el Domingo, el labrador le respondió: "El domingo no puede ser porque estoy comprometido con otro. Pero el lunes, o el martes, cuente usted con mi voto"

 

EL CACIQUISMO

Existió lo que pudiera denominarse una regionalización del pucherazo.

En Levante era muy socorrido el expediente de adelantar las horas de la apertura y cierre de los colegios.

En Galicia se ponía a prueba la agilidad de los electores sospechosos de antigubernamentalismo, colocando las urnas en pajares elevados, en los cuales llegaba a prescindirse a veces de las necesarias escaleras.

En Andalucía se sentía una especial debilidad por la resurrección de los muertos en las listas de los votantes.

En la Villa y Corte era normal el recurso de las pandillas de maleantes para aporrear a los inocentes votantes que albergaban el ingenuo propósito de dar su confianza a los miembros de la oposición.

"Colocado en Madrid el hombre idóneo, llegaba la hora de las prebendas y de las compensaciones. Gobierno y candidato triunfante se desvivían por satisfacer las demandas, gracias y peticiones que en nombre propio y de su clientela les solicitaba el cacique, indispensable tanto para el Gobierno como para sus conciudadanos, que muy fundadamente veían en él al dispensador de mercedes y también de servicios útiles para toda la comunidad"

"En una de sus visitas a su feudo, las Alpujarras granadinas, Natalio Rivas, llegó al climax de la exaltación caciquil por alguno de sus protegidos, éstos llegaron a gritar incesantemente como remedio para todos sus males: Natalico colócanos a todos."

" El cambio de autoridades en los meses que se celebraban elecciones era utilizado por el gobierno para asegurar el triunfo de su candidato. La confección de las listas de electores en la época del sufragio era causa frecuente de fraude pues voluntariamente se excluían electores opuestos a los candidatos ministeriales. La emisión del voto podía verse interferida por distintas gamas de coacciones sobre la persona del votante. La coacción física, la coacción económica e incluso el cambio de papeletas en el último instante por la mesa electoral llegaron a utilizarse con frecuencia. El escrutinio en el colegio no se limitaba en muchas ocasiones a contar y transcribir en el acta electoral el número de votos emitidos, sino que se trastocaba éste, suplantándose las papeletas unas por otras, haciéndose figurar finalmente en el acta los resultados apetecidos. Los últimos pasos del proceso de pucherazo podían consistir en el robo, ruptura o destrucción y cambio de las actas de la elección, así como en la deliberada transmisión errónea de los datos a la capital provincial."

"En un pueblo se dio permiso a los vecinos para entrar en un monte y hacer una corta de árboles, presentándose después una denuncia contra ello, a fin de poder llamarles y decirles: si no votáis al candidato ministerial, estamos en el caso de formaros una causa criminal.

En Carballo, el presidente adelantó una hora el reloj, y a las once anunció que quedaba cerrada la votación. Así consiguió que no votase la gran masa de electores. Obtenido este resultado, bajo el pretexto de conservar el orden , llamó a la guardia civil para que despejase la sala, amenazando con la cárcel a los que insistiesen en querer votar."

"Se llegó a lo grotesco hasta el punto de instalar colegios electorales en el local de los círculos pertenecientes al partido dominante, prohibiéndose la entrada a todos los que no eran socios. Un brigadier, candidato ministerial por el distrito de Berga, que obtuvo más de un millón y medio de votos por más que aquel distrito no tenía más de algunos miles de habitantes."

Tomado de El Caciquismo en España. Cuadernos de historia 16